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CONFRATERNIDAD ESPAÑOLA DE DEVOTOS DE SANTA ÁGUEDA

AGATHA DE CATANIA, VIRGEN Y MÁRTIR.

AGATHA DE CATANIA, VIRGEN Y MÁRTIR.

Águeda o Agatha nació en la ciudad de Catania (Sicilia). No está claro el año de nacimiento de la doncella, pero todas las fuentes parecen apuntar a que vio la luz de este mundo hacia el año 230 aproximadamente.

 

Era descendiente de una noble familia de patricios, que contrariamente a la inmensa mayoría de la sociedad, profesaban la religión cristiana. Según otra venerable tradición, sus padres recibían los nombres de Agatón y Apolla y sus posesiones se extendían por toda la isla de Sicilia. La niña Agatha fue educada en la religión cristiana y siendo muy joven le consagró al Señor su virginidad, viviendo como “Virgen Consagrada”.

 

En aquella época, Catania era una ciudad rica y floreciente, debido sobre todo a su óptima posición y a su gran puerto. En ella tenía su sede el gobierno de la provincia, estando dotada de todos los servicios propios de las grandes ciudades romanas y de un gran palacio del pretorio que se alzaba en la zona principal de la ciudad, residiendo en él el procónsul Quinciano.

 

Enterado Quinciano de que en la ciudad vivía una joven de familia noble cristiana y que era bellísima, quiso verla con la intención de hacerla su esposa, tomando como pretexto la vigente persecución del emperador Decio contra los cristianos.

 

Para hacerle perder la fe y la pureza, ordenó fuera llevada un mes a casa de Afrodisia, una matrona pervertida, pero nada ni nadie logró hacerle quebrantar su juramento de virginidad y pureza.

 

Al verse humillado por una joven y herido en su orgullo personal, el procónsul ordenó fuera torturada con el máximo rigor: le fueron descoyuntados los huesos en el eculeo, rasgadas sus carnes con garfios y uñas de acero, quemado su cuerpo con planchas de metal encendidas, arrancados sus pechos. Encerrada en la cárcel, esa noche, San Pedro se le apareció y le curó las heridas.

 

Cuatro días después, el 5 de febrero del 251, fue conducida una vez más ante el cruel Quinciano quien determinó que desnuda fuera arrojada y arrastrada sobre brasas ardientes y, trasladada a prisión, tras una ferviente oración, expiró.

 

MANUEL JESÚS LÓPEZ FELGUERAS.

 

 

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